Lo que presencié con
los controversiales carritos de vendedores en Boquerón
8 de abril de 2018
Vista de la Bahía de Boquerón en Cabo Rojo |
El jueves 5 de abril de 2018 era la última noche que iba a
pasar en mi amado pueblo de Cabo Rojo. Como Mata con Hacha, como se nos conoce
a los caborrojeños, tendemos a hacer algo bien de nuestro pueblo antes de esa
partida siempre tan dolorosa. Por lo tanto, decidimos ir a cenar a Boquerón en
la noche. Ya habíamos estado por ahí varios días durante el tiempo callado de
los primeros días de la semana. Había notado los cambios en el Poblado y mirado
los dichosos carritos de vendedores que tanta controversia habían traído entre
los artesanos y vendedores en dicho lugar y el Municipio Autónomo de Cabo Rojo.
Los días habían sido de clima mixto, entre soleado y
aguaceros fuertes. Esa noche apenas habían comenzado unas lloviznas finas y se
habían así mismo esfumado. Eso creímos. Desde el restaurante observé un carrito
que teníamos cercano y le comento a mi amiga Evie, sobre la mercancía y quedamos
en que cuando termináramos de comer le visitaríamos. ¡Todo se veía tan bien puestecito
y organizado!
De repente y como
decimos en nuestro pueblo, “se raspó” tremendo aguacero. De allí donde estaba
pude ver la urgencia con que la vendedora trataba de proteger su carrito y
mercancía de la lluvia. Suerte que estaba acompañada y entre los dos trataban
de cubrir con cortinas de plástico pinchando desde arriba con unos “clips” gigantes y batallando el viento,
la doñita trepada en una silla plástica y moviéndola para poder cubrir su
carrito alrededor. Me pareció un peligro (y luego me confirmó que por poco se
cae).
Cuando terminamos de
comer y esperamos a que la lluvia cesara, ya la doñita había despejado el
plástico del frente y de nuevo la vi tratando de organizar su mercancía,
trabajo que ya había hecho al iniciar su día en una noche donde apenas había
uno que otro turista por el área. Cuando nos acercamos nos dimos cuenta que los
costados de su carrito donde se coloca la mercancía estaban saturados de agua.
Los carritos no tienen ninguna protección en los costados una vez los expandes
y maximizas el espacio para la mercancía. Los collares que había removido de
prisa, se le habían enredado y con paciencia y frustración los desenredaba para
colocarlos en algún lugar ya que ahora el espacio para su mercancía era menos. Me
dio pesar. Esa noche lo único que la doñita había vendido era un total de
$8.00.
Le pregunté si aún
el municipio les estaba cobrando los $150.00 al mes por su carrito. La respuesta
fue afirmativa. Quiero que sepan que también me enteré que aunque estos
carritos están en área pública, me dice la vendedora que el municipio les exige
un seguro de responsabilidad, por si alguien se cae frente a su carrito o se
golpea, que les cuesta entre $300.00 y $400.00 al año. Me estuvo esto muy
interesante, porque los carritos tienen una gran posibilidad de golpear a
alguien. Cuando se remueve la varilla que sostiene las viceras frontales y posteriores,
es como un resorte que se suelta y abren automáticamente sin que se les pueda
controlar. Sabemos como es la gente. La doñita me relató del susto que había
pasado cuando estaba abriendo su carrito y una señora se metió repentinamente
al frente del carrito y por poco se lleva un cantazo. ESO hubiese sido grave,
no solo para la señora que se cruzó sino a la vendedora misma, ya que sabemos
que cuando se hace un reclamo a un seguro, el costo de la póliza va a subir
también. Según me explica, el negocito
NO es transferible, de manera que si en el futuro ella decidiera pasarle el
negocito a un hijo o hija, no podría hacerlo y estaría de ellos comenzar el
proceso completo y también arriesgar la localidad del mismo. A esto se le añade
el que no pueden colocar ningún otro tipo de estante para poder colocar
mercancía adicional. El carrito de esta doñita tenía las tablillitas del centro
dobladas. La señora obviamente no fue quien lo hizo porque ninguna de su
mercancía es pesada. Tampoco se les permite poner una carpa o sombrilla para
protegerlo de la lluvia. De manera que se sigue arriesgando la mercancía de
estas personas que están tratando de ganarse sus habichuelitas humildemente y
que en medio de un aguacero en su intento por protegerlo vayan a tener un
accidente.
La señora tiene unos
precios asequibles a todo bolsillo. De manera que hasta el más “arrancao’”,
puede llevarse un detallito lindo de Boquerón.
Lo peor de todo es
que por segunda vez escucho del mensaje del “jódete” enmascarado, por parte de
oficiales municipales cuando los vendedores han expresado su desacuerdo y hecho
sus reclamos. “Hay como 300 más en lista esperando por esos carritos de los que
te estás quejando”, para mí eso es un “¡Jódete!”. “Si no estás haciendo suficiente
dinero, abre todos los días.” Para mí también es otro “¡Jódete!” Todos sabemos
que el Poblado está “muerto” en día de semana. La doñita me expresó que tal vez
le dé solo un año más al negocito, no quiere sentirse que está trabajando “para
el municipio” y para cumplir con todo lo que les exigen.
Señoras y señores,
por toda mi existencia y desde que tengo memoria, Boquerón ha sido siempre
Boquerón, pero la vida del Poblado la
hizo su gente, desde los ostioneros, los negocitos de empanadillas,
cervezas y refrescos y los restaurantes desde los tiempos del Ruicoff. A ellos
se añadieron aquellos que comenzaron a traer sus collaritos de caracoles y sus
artesanías. Hoy el Poblado para nada se parece al Poblado que disfruté de niña.
Que no nos vayamos a equivocar y que el Municipio Autónomo de Cabo Rojo con el
son de traer “progreso” al Poblado, termine destruyendo lo que hizo al Poblado ser
“EL Famoso Poblado de Boquerón”.
Que se pongan las pilas para evitar daños
físicos a los vendedores en su lucha de proteger sus carritos cuando llueve y a
cualquier peatón y visitante. Existen otros modelos de negociación sobre costo
y propiedad entre municipios y vendedores que han funcionado para un beneficio
mutuo. Estos deben ser explorados e implementados. ¡La LUCHA es UNA!
Tai Pelli