Friday, December 27, 2013

La gatita de tres patas

La gatita de tres patas
27 de diciembre de 2013

Por: Tai Pelli – Winter Park, FL

Yo era nueva en la vecindad. Me gustaba la belleza del contorno, árboles hermosos, un silencio solo interrumpido por tal vez algún avión o el canto de algún pajaro mañanero. De todos los planes de decoración para la casa hice muy pocos; ni cortinas ni todos los cuadros que iba a pintar, ni mi sala de meditación, por ende la ventana de la cocina me permitía ver hacia afuera.

Los días los pasaba estudiando, leyendo o escribiendo. En ocasiones alzaba la vista que fluctuaba entre lo “casi-veo-bien, lo doble y lo triple, pero destinada a seguir y no rendirme ante la “incapacidad”. Palabra tan fuerte para un espíritu libre y determinado.

Fue una de esas mañanas en que alzaba la vista y contemplaba el celaje del animalito que acababa de pasar por mi patio. “Ah! Hubiese jurado que solo tiene tres patas!” – pensé. “Pero imposible, porque iba como un zepelín por todo eso!”

Un día saliendo de mi casa encontré la gatita acostada en el mismo centro de mi patio. No me conocía y es escurridiza. Se alejó con una cojera notable. Le faltaba una patita trasera, aparentemente había nacido sin ella. Su piel era blanca como la nieve y en el lomo tenía manchas multicolores. Se alejaba poco a poco siendo muy notable la ausencia de esa patita que aparentaba necesitar, después de todo, se supone tuviera cuatro. Sentí pesar por el animalito. Cruzó la calle y se fue a su casa, que creí era la de los vecinos del frente. Se perdió por entre los arbustos y yo continué con mis planes y me fui.

A través de los dos años que llevo en este vecindario, siempre que la veo me recuerdo que he de escribir de ella. Hoy al fin lo he hecho, porque nuevamente la vi. Ya me conoce, y aunque mantiene su distancia, le gusta acostarse en el medio de mi patio frente a la casa y me observa en lo que me monto en el auto. Allí se queda hasta que asi lo quiere. Este animalito me ha hecho pensar en las veces que vemos a alguien con una incapacidad notable y surgen los sentimientos que se enredan entre la lástima y la compasión. Sin embargo, esta gatita a mi me ha servido de escuela. La observo a diario. Si camina, va cojeando por ahi lentamente provocándole a una el deseo de ir a recogerla y llevarla a donde ella desee, pero ven, la gatita de tres patas no extraña lo que nunca ha tenido. Cuando corre, nadie diría que le falta una patita, es tan rápida como los demás gatos. Hace unos meses tuvo sus gatitos hermosos. La ley natural tomó su curso, como asimismo lo hacemos todos los que tenemos alguna “incapacidad”.

Cuando era más joven y estaba en la Universidad, vimos películas de cómo había sido el trato de pacientes mentales y las personas que habían nacido con síndrome de Down. Las familias pudientes abandonaban a estas personas en un asilo aislado, como si fueran algún tipo de inconveniencia o desperdicio humano y rara vez iban a verles o a enterarse del trato que recibían. Ví este asilo donde había existido un abuso perpetuo y trato infrahumano a los pacientes. Echaban bandejas por unos huecos y cuando ya el excremento de las salas no les permitían soportar las pestes, venían con mangueras de presión y allí todos desnudos tratando de protegerse del dolor provocado por los manguerazos, se escudaban los unos con los otros, hasta la próxima ocasión. Ah! Las cosas habían cambiado, a los pacientes con “trastornos mentales” ahora se les trataba diferente. Desde entonces, de las pocas cosas que me sacaban las lágrimas era ver Las Olimpiadas Especiales y ver los rostros de los competidores llegando a la meta final que como premio tenían unos brazos de algún voluntario extendidos para abrazarles. Recuerdo como de niña cuando se escuchaba la palabra psiquiatra o psicólogo, automáticamente alguien decía: “Pero yo no estoy loco!”; hasta en comedia se popularizó la frase.

Hoy día sabemos que muchas de las personas que nacen con Síndrome de Down, pueden hacer sus vidas e independizarse, hemos visto actores, graduados, matrimonios. Las personas con incapacidades tambien están levantando su voz, como lo han hecho tantos seres humanos que de alguna manera u otra se han encontrado marginados. Con la familia Roloff de Oregon, USA aprendimos a conocer lo que es ser una persona pequeña. Vimos que todo es igual, excepto que son pequeños, que como padres tienen que lidiar con los mismos retos, que como familia tambien, pero lo hacen en un mundo de grandes. Recuerdo hace muchos años atrás, cuando era bastante joven y trabajaba como cajera en un banco y escuchaba una voz cerca de mi ventanilla y no lograba ver a nadie. Finalmente, la voz que decía: “Señorita, señorita”, venteó el cheque que deseaba cambiar y al uparme y acercarme bien a la ventanilla de cristal, vi a una abuelita hermosa y pequeña. Sí, vivimos en un mundo de gente grande y de gente “sana”. Tuve familiares en sillas de ruedas, pero para aquél entonces había que luchar en las aceras para trepar la silla o bajarla. Hoy es distinto.
Habemos otros que porque nos ven la pinta externa, no comprenden los retos que se viven con las enfermedades que no se ven a simple vista. Peor aún si tienes una buena combinación de genes en lo externo.

La gatita de tres patas, día a día me sirve como recordatorio de que a veces las incapacidades son de cierto modo “ilusorias”. No ha habido una sola vez que haya visto ese animalito y no me haga reflexionar sobre las incapacidades. Si la veo cojear, si la veo correr velozmente, o si apenas está allí acostada en el medio del patio, siempre me hace reflexionar; será que de algún modo me identifico con ella? Puede ser.

Lo que sí sé con certeza es que la determinación del espíritu, de esa fuerza que nos guía es mayor que lo que nos pueda afligir físicamente. Que a veces en calma se notará más el cojear, que a veces en apuros hay que correr, pero sobretodo, que todos llevamos algo muy valioso dentro de cada uno de nosotros que está “entero”, que no conoce de límites y es en esa fuerza en la que hemos de concentrarnos, aún cuando nos encontremos acostados en el medio del patio.

Tai Pelli