El Abuso de Menores en
Puerto Rico
02/13/2013
Cada vez que
escuchamos, vemos o leemos una noticia sobre algún abuso perpetrado contra un
niño, sentimos que nos hierve la sangre. En esos momentos deseamos que el peso
de la ley caiga sobre el agresor(a) y a veces dadas las circunstancias,
desearíamos nosotros mismos darles su merecido, despues de todo, somos Boricuas/Puertorriqueños.
Sin embargo,
vivimos bajo una falsa sensación de seguridad. Pensamos que las leyes se han
instituído de manera que protejen el bienestar de nuestros niños y
lamentablemente no es asi. Primero que nada, y aunque usted no lo crea, quien
comete un abuso contra un niño, comúnmente tiene una condena/pena inferior o
más leve que si hubiese arremetido contra un adulto. Por otra parte, aunque
existen pautas estatales y federales para la prevención del abuso contra
menores, incluyendo las de índole sexual, en la isla no han implementado el
sistema efectivamente. El Registro de Ofensores Sexuales y el de Maltrato a
Menores no alcanza los estándares establecidos por la ley federal y pensamos
que nuestros niños están protegidos, cuando en realidad ese no es el caso.
Surgen tambien, los arreglos que hacen algunos cambiando la gravedad de las
ofensas de manera que el agresor no caiga en la lista, por ende, dejando feliz,
campante y sin consecuencias a estas personas que pueden hacer daño a nuestros
hijos, nietos o sobrinos.
Otro elemento
de extremada importancia, es la de la apatía social, que como un virus maligno se ha apoderado de
la conciencia de un pueblo: “Eso no es asunto mío, para eso está la policía.” Y
asi volvemos a caer en que “a nadie le importa un pito”, pero eso es hasta que
la desgracia toca a sus puertas ó se
horrorizan cuando escuchan una noticia(lo cual les dura hasta que vengan los
comerciales). Qué podemos hacer como pueblo? Ha pensado en alguna ocasión en
que quisiera que las cosas fueran distintas en nuestra amada isla? Considero
que la mayor parte de los Boricuas y los Puertorriqueños estamos cansados de la
situación en la que se encuentra nuestra isla, de los abusos de poder, de la
criminalidad y de que los medios para la subsistencia estén siempre cada vez
más estrechos.
Muchos de
nosotros crecimos adoptando las ideologías de nuestras familias sin
cuestionarlas. Ya es tiempo de que soltemos esa carga. Escuchamos dia y noche y
por el largo de nuestras vidas que “las cosas están malas”, pero lo que no nos
recuerdan con el mismo afán es que si seguimos haciendo (o dejando de hacer)
las mismas cosas, vamos a obtener los mismos resultados.
Todos
sabemos que “hay que hacer algo”. El problema surge cuando se está de brazos
cruzados esperando que alguien haga algo ó si aparece alguien que sí hace,
pocos o nadie le apoya.
Tal vez mi
alma y naturaleza soñadora no alcance a apelar a los que ya están con unas ideologías
herméticas, pero hay otros que anhelan que las cosas sean diferentes y es a
ésos que apelo.
Hemos estado
por siglos con las manos y los pies atados a bolas con cadenas que son solo un
espejismo con el que nos han logrado mantener inertes. Piense en sus hijos, en
sus nietos, en sus sobrinos; sería aceptable que alguien se los agrediera
física, mental, emocional ó sexualmente? Estoy casi segura que la respuesta es
que no. Por ende, no se case con nadie y exija que se reenforcen las leyes
establecidas para la protección de los niños.
No piense
que hace bien con decir frente a un niño(a): “Al que me toque un hijo(a) le limpio el pico!”, porque ese niño(a) puede
analizar que a los que matan los meten presos y entenderá que si dicen que
alguien les ha hecho algo, a usted lo
van a meter preso(a) y ellos no quieren que metan preso(a) a papi ó a mami, tal
como lo analicé yo cuando era una niña.
Tampoco
piense que la mayoría de los que cometen estos actos contra menores, son
extraños; la mayoría son miembros o amigos de la familia (y esto incluye a las
mujeres tambien, aunque surja en menos proporción).
Cómo usted
pueda ayudar a proteger a sus hijos, va a depender de las líneas de
comunicación que haya establecido saludablemente con ellos y del hecho que no
tolere ser más parte de la complicidad de silencio colectivo del cual ha
sufrido y perpetuádose en nuestra isla.
Tai Pelli
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